Hace tiempo no llorábamos al ver una puesta en escena. Para muchos tal vez es un secreto que el baile o la música están prohibidos en ciertos lugares.
Meses atrás queríamos mirar la película “Desert Dancer”, pero solo hace poco nos sentamos para apreciarla en todo su contexto.
La película se desarrolla en Irán. Muestra la historia real (y seguro habrán muchas historias similares en anonimato) de un bailarín que desea expresarse, y junto a un grupo de amigos, emprende la odisea.
Arriesgando sus vidas, comienzan a ensayar, ocultos, en un espacio aislado que no levante las sospechas de aquellos que impiden el arte, específicamente el BAILE.
Esta expresión artística fue prohibida en Irán, pues era considerada un “delito” ante los ojos de las autoridades.
Pero entonces, ¿a quién iban a mostrar esa pasión? ¿Al aire? ¿A la soledad? El grupo quería mostrarlo a una audiencia, así que decidieron arriesgarse.
Después de varios ensayos, esta compañía clandestina (formada por pocos bailarinas) viaja al desierto para mostrarle a un público exclusivo sus más íntimos sentimientos y movimientos.
Así se siente, ahí, en el vacío del vientre, ahí en el rojo del latido… y ahí… en el espacio eléctrico que colabora con la armonía del Universo.
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Dibujo: Freepik