He aprendido a amarte y aún lo sigo haciendo apasionadamente. Me has enseñado a MEDITARTE, a recordar cada reverencia que con fuego despertaba día y noche.
No olvido cuando en mi habitación, en la calle o acompañada por el mínimo o máximo susurro de la vida humana, mi mente trazaba una constante melodía de tu nombre. ¡Sí! También de tus nombres.
Te sigo escribiendo porque te lo dije muchas veces: no te he olvidado. Sí te extraño y te respiro. Sí te sueño y espero. Sí te creo y te amo. Sí te siento y te encuentro.
Solo tú Creador misterioso, solo tú entiendes mi alma y me haces sentir amada. Solo tú comprendes mi ser. Te siento y pienso con el cerebro, corazón e hígado… Con ese camino de meditación que ensancha luz.
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Dibujo: Freepik
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